10 julio, 2007

Con la piel chinita



En la mayoría de los viajes, hay tiempo para momentos que no se olvidan, para que ocurra lo que más deseas, organizar el reloj y buscar pasarlo bien, disfrutar de los escondrijos de la aventura, tiempo para los imprevistos que enriquecen y de qué manera un fin de semana que a buen seguro será recordado en muchas conversaciones venideras, año tras año, como ya lo han sido otras escapadas por tanta geografía española.

Hay momentos para guardar, momentos para miradas que, o te hacen cómplice, o te complican en ‘algún secreto bajo llave’ (benditas complicaciones). Hay comentarios que sólo ciertas personas saben cómo convertirlos en carcajadas, sonrisas y pensares a almacenar en esto de vivir en estos días y con esta gente. Hay momentos en los que, tópico aquel, los minutos se hacen horas, y las horas minutos. Para que suceda lo que más deseas y, en ocasiones, cosillas que no nos agraden tanto (aunque es una suerte estar rodeado de gente que siempre hace que estas sean las menos, y eso es algo que no sé a quien agradecer, si a la suerte o, mejor y más justo, a su amistad).

Pero cuando estas últimas desaparecen por completo de la ecuación. Cuando el fin de semana empieza sabiendo que vas a disfrutar de unos días, con gente que merece la pena, que gustan de abrir puertas por más años que rondemos un mismo deporte y que precisamente ahora sea cuando llegue la encrucijada de caminos. Cuando continúa con el encuentro de personas, grandes personas, caballeros de la arena y amigas cuya sonrisa y felicidad valen más que la máxima puntuación de un fly o un giro. Cuando se hacen cuentas con la historia, con lo que hay y lo que habrá, y siempre se tiene cambio para seguir sumando y sentir que se edifican sensaciones que pocos terremotos podrían derrumbar. Y que además, cuando parece que ‘solamente’ queda el viaje de vuelta, una llamada inesperada te invita a disfrutar de algo único, como puede ser un concierto de un grupo que escuchaste mucho antes de que llegaran a España sus primeras canciones por esa suerte del destino… volviendo finalmente a casa, sin voz, sin horas dedicadas a la almohada, sin casi nada en el tintero, con un garabato más en este pasaporte de colores que vienen siendo los últimos veranos… sólo queda agradecer a ese alrededor que consiga, al recordar los capítulos de mi novela viviente, ponerte ‘con la piel chinita’.



"Bendito el lugar y el motivo de estar ahí
bendita la coincidencia
bendito el reloj que nos puso puntual ahí..."

-Maná-

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Así se me ha puesto a mí la piel leyendo esto ;)

Ha sido la primera vez que se ha aunado fuera de una pista toda la gente que considero importante de la que trastea con balones, y la experiencia no ha podido ser mejor.

Espero que este no sea el único post de colores, arena, balones y sonrisas que se escribe.

Un besito.

Cris Lago dijo...

Da gusto leer para recordar estos días, que tantos momentos buenos nos han traido.Playa, amig@s, balonmano,arena,goles, sonrisas, lágrimas de risa, pocas horas de sueño,fotos, kilómetros recorridos cantando,bailes...¿Qué más se puede pedir?Gracias a todas y a ti Míster, como bien dices, este finde dará mucho que hablar y pasará a la historia como muchas buenas escapadas que hemos tenido.

¡¡¡Benditos esos momentos y los que quedan por venir!!!

¡Besitos empanados!

Javi** dijo...

Hace unas semanas aventuramos que este verano se pretendía memorable. Sobre todo porque nos los merecemos.
La mayoría de los veranos van a mejor, así que imaginad como puede ser este, je je je.

Habrá más garabatos en el pasaporte, y continuaremos gustosos empanando besos.