10 mayo, 2008

Una vida en la mochila



Hay despedidas que duran, exactamente, 60 minutos.



Cerraduras, puertas, que guardarán esos minutos y todos los días, uno tras otro, que alimentaron una manera de ser, de pensar, de vivir, de aprender y de mirar.


Conocerle cada rincón, cada arañazo, cada baldosa y cada escalón. Criarte entre unas tablas de madera y unas líneas azules que marcan tu universo. A 6 metros el alma. A 9 el corazón. Y más allá de lo blanco y amarillo, gritos, aplausos, ánimos, críticas y amigos. Y amigas.




Una historia de pitufas que andaban con su sonrisa y su malaje. Una historia de pitufos con su vida y su qué será. Una historia de mayores con la piel erizada sabiendo que no hay más minutos que los de hoy.







Y mil historias que se quedan por contar,
que serán de siempre.











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5 comentarios:

BeRiTa dijo...

Espero que cada historia que se quede sin contar, algún día encuentre el momento de ser contada...

tarde o temprano, pero que se cuente

Un abrazo!

Anónimo dijo...

Pitufa #15, presente en algunas de esas palabras.

Bien podrías ser tú el dueño del portillo.

Qué de cosas se van a quedar ahí dentro.

Un besito.

Javi** dijo...

Y tanto.

Ahí: aquí y allí

Andr3a Sánch3z dijo...

Yo me quedo con que fue contigo con la primera persona que pise ese pabellon,con la primera que toque esa madera, y lo mas importante, con la primera persona que sonrei sabiendo lo que significaba todo eso.


Gracias, porque hoy en dia, si no fuera por ti, yo no estaria aqui.

Javi** dijo...

Gracias a ti, y algunas como tú.

Siempre pensé en utilizar esas tablas de madera para intentar hacer feliz y mejores a personas que tuve la suerte de conocer.

Y al final, seguramente el que más feliz fue y más aprendió fui yo mismo.